Listas de recomendaciones

In Booktelera by Jose PeinadoLeave a Comment

No hay nada como una reunión de amigos en la que se discrepe sobre grupos de música favoritos, restaurantes imprescindibles, destinos vacacionales imbatibles o mejores aplicaciones para ligar. Esos encuentros suelen acabar con compromisos para repetir, organizar cenas caseras o montar alguna escapada conjunta; en definitiva, y casi sin pensar, se hacen listas de todo tipo. Si uno recopilara todas las que va confeccionando en estos encuentros, se encontraría con un puñado lo suficientemente grande como para empapelar el suelo de una habitación. Pero la sabiduría que se esconde en esas listas pronto adolecería de cimientos inconsistentes, pues las debilidades empíricas son muy llamativas: no dejan de ser opiniones sin fundamento estadístico, basadas en criterios subjetivos derivados de gustos particulares, a veces compartidos por colectivos mucho más grandes y otras por solo un puñado de acólitos. Y es que esas listas están muy influencias por el “sesgo de selección” -ahora que se estila hablar mucho de los sesgos cognitivos- porque están elaboradas por gente que no basa su recomendación en muestras aleatorias lo suficientemente grandes como para poder mostrar resultados representativos. Esto ya lo han solucionado las redes sociales o iniciativas empresariales como Spotify. Spotify consiguió que no tuviéramos que escuchar discos enteros de los cantantes favoritos, en los que rara vez te enganchan más de dos o tres canciones. El distintivo de su servicio consiste en crear listas. Se puede decir, que en lo musical, ha convertido nuestra vida en una “playlist”. Listas musicales para cuando estás de subidón, para cuando estás de relax, meláncolicas cuando has dejado una relación, listas de rock, de jazz, techno, flamenco o de cualquier cosa que se te ocurra.
Si buscas restaurante o alojamiento, entrarás en Trip Advisor y chequearás la lista de lugares por orden de popularidad. Si quieres comprar un producto entrarás a ver la lista de valoraciones de otros compradores, y así con cualquier cosa que te venga a la mente. La gente adora hacer listas porque parte de una necesidad casi primaria de elaborarlas. Lista de la compra, lista de recados pendientes, lista de propósitos para el año nuevo, lista de invitados al cumpleaños, a la boda, al bautizo. Cuentan las crónicas, que cuando la policia americana detuvo al capo mafioso más importante de Nueva York -Salvatore Lo Piccolo, que llevaba prófugo más de veinte años- llevaba en uno de los bolsillos un papel con un listado de “recomendaciones”, entre las que estaban: acostarse con mujeres casadas, cómo robar a otros mafiosos, sobornar a la policía…
El caso es que cada uno hace sus propias listas, no hay estilo ni tendencia al respecto, aunque puedes encontrar multitud de instagramers que se dedican a diseñar cómo elaborar tus cuadernos para tus notas, listas o recomendaciones de la manera más cool. Lo único que ha cambiado con los nuevos tiempos es que la tecnología y las redes sociales han desagregado las voces. La incomunicación que vivíamos antes de la explosión de las redes sociales y la conectividad en la red permitía cierto purismo y objetividad en el arte de confeccionar las listas; apenas te influían los amigos o algún conocido con sus preferencias a la hora de listar. Te basabas realmente en tus gustos o necesidades, sin apenas «contaminación». Ahora, aunque hay mucha más información, la gente vive en su propia cámara de eco: solo oye lo que quiere oír y lo que confirma sus puntos de vista. Así, uno no se puede hacer una idea fiable de lo que está pasando, porque se tiende a seguir en redes perfiles y opciones similares, y en general, nos mecemos al son de los algoritmos que bombardean nuestros dispositivos mostrando sólo aquellas cosas que saben que entran dentro de nuestras preferencias. Buscadores y redes sociales te muestran los anuncios que más encajan a tu perfil. En el caso de Netflix, ya hay estudios que demuestran que el 60% de las propuestas que te sugieren son en base a conjeturas personalizadas acerca de tus gustos;  si eres abonado a la plataforma, piensa un segundo en algunas de ellas, seguro que te sorprenden porque en absoluto te identifican. Los algoritmos piensan por nosotros y nos hacen la vida más fácil, pero también más irreal y filtrada. Esto provoca que, en lo que a la información que recibimos se trata, creamos saber distinguir entre la verdad y lo inventado, pero en un porcentaje cada vez más elevado de las veces nos equivocamos. Esta información sesgada nos empuja a tomar decisiones políticas, de consumo o de trabajo que tienen impacto en nuestra vida. Creamos además conversaciones en whatsapp o twitter que satisfagan  nuestro pensamiento sobre algo excluyendo al discrepante de las mismas. En definitiva, terminamos creando listas sesgadas por la información que recibimos, porque es muy probable que estén condicionadas por el entorno.
Se acercan las fiestas navideñas, época en la que la generación de listas se multiplica: regalos, propósitos, rankings de todo lo que se te ocurra (mejores libros, discos, coches, destinos turísticos, equipos deportivos, etc). Si tenemos en cuenta que solo hacen falta dos elementos para que algo se considere una lista, bien podríamos empezar por hacer una en la que pensemos si: 1) La hacemos basándonos en nuestro criterio, gracias a la información que tenemos, o 2) La información que tenemos basa nuestro criterio. 1) y 2) parecen lo mismo, pero en absoluto lo son. Si te sale el número 2, uno de tus propósitos del año nuevo podría ser tratar de volver a instalarte en el 1.

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