Fake news y la distorsión de la realidad

In Booktelera by Jose PeinadoLeave a Comment

La proliferación de bulos en Internet está generando todo un caos en el mundo de las noticias, en un fenómeno que se conoce como fake news, término popularizado por el presidente norteamericano Donald Trump para referirse -y descalificar- a todas las noticias críticas con él. Se calcula que en un plazo de dos años el 50% de las noticias que circulen por las redes sociales serán falsas, un problema que el  historiador estadounidense Timothy Snyder resumió al decir que estamos en un momento en el que parece que “nada es verdad, todo es espectáculo».

El reconocido pianista y director de orquesta Daniel Barenboim, alertaba en una entrevista de lo que a su juicio es uno de los grandes problemas actuales: la confusión entre información y educación. Preocupado por el tipo de educación que le damos a las nuevas generaciones, avisaba sobre lo pernicioso de no saber distinguir en qué consiste educar y en qué informar.
Albergar ideas propias con rigor se consigue con educación. Una sólida base cultural trabajada desde que somos pequeños es capaz de generar pensamiento divergente y por tanto ayudar a nuestro cerebro, entre otras cosas, a filtrar la bondad de la abundante información que recibimos hoy día. El conocimiento se adquiere con información. Tenemos, por lo tanto, dos conceptos yuxtapuestos que surten efecto situados convenientemente en la ecuación, porque la información por sí sola sin capacidad para gestionarla y asimilarla no resulta valiosa per se.
La evolución del conocimiento humano está desembocando en avances tecnológicos solo soñados hasta hace muy poco y nunca antes el acceso a todo tipo de información fue tan fácil y universal. Lo paradójico es que la propia tecnología contribuye a la desinformación, entendida como la información manipulada al servicio de intereses de lo más diverso. La batalla entre lo que es real y lo que es falso parece no haber hecho más que empezar, porque la tecnología – principalmente a través de las redes sociales- magnífica los resultados de cualquier información en los que la fiabilidad es secundaria porque solo busca mover la opinión pública en una dirección u otra. El populismo de todo tipo es el principal beneficiario de esta manipulación informativa. Sorprende a diario la facilidad con la que muchas personas «compran» argumentos  que no tienen un sustento mínimamente riguroso, pero que validan por una escasa capacidad para cuestionar su veracidad o fiabilidad. La realidad para mucha gente es virtual, en el sentido de que asumen como cierto lo que encuentra en las redes.
La intoxicación informativa se extiende a todos los ámbitos. Una misma noticia es contada de manera diferente según la línea editorial o medio audiovisual que la difunda. La ideología política, religiosa o los intereses comerciales dictaminan el tratamiento y manipulación previa de los datos para su posterior difusión. Esta maleabilidad de una misma información recuerda al protagonista de la película Matrix –Neo- cuya percepción de la realidad dependía de si tomaba la pastilla roja o la azul. Cada vez es más difícil distinguir si los contenidos de una determinada propaganda política, el curriculum de un candidato a un puesto de trabajo o las bondades comerciales de un producto son ciertos. El marketing actual ayuda a maquillar y potenciar prácticamente todo lo que se nos ocurra y con la manipulación adecuada tu mensaje será aceptado por un espectro sorprendentemente amplio de receptores.
Uno podría pensar que la tecnología actual para medir fenómenos del mundo real con mayor precisión contrarrestaran nuestra deriva hacia el mundo de la fantasía. Pero resulta que creamos logaritmos que alteran de manera perversa el resultado que dictaminan nuestras decisiones o comportamientos; alinean nuestras preferencias y tendencias, impidiéndonos acceder a puntos de vista diferentes. A esto contribuye que hoy día compartimos regularmente datos personales en Internet, por lo que los especialistas en marketing tienen una visión sin precedentes de cómo manipular informativamente a toda clase de individuos. No nos comportamos lógicamente cuando se trata de privacidad; a menudo podemos compartir  detalles personales con desconocidos en la red que, sin embargo,  ocultamos a nuestro círculo más cercano.
Aunque el uso del Big Data nos sirve para cuantificar científicamente lo que sucede a nuestro alrededor y así podemos usar esta información para impulsar nuestras decisiones y acciones, la “fijación métrica” a la que sometemos todo lo que nos rodea distorsiona perversamente nuestra realidad. Los algoritmos de redes sociales -especialmente Facebook- o buscadores -Google- tienden a fomentar y enfatizar nuestras preferencias, basándose en patrones que terminan por alienar y homogeneizar gustos y tendencias. Esto provoca que el algoritmo de turno elimine cualquier opción diferente al que has determinado con tus interacciones. A través de los datos que recopilan gracias a al uso continuado que hacemos en redes sociales, dictaminan qué cosas te gustan y cuáles no, pero en un pernicioso bucle que hace que solo se te alimente y potencie con aquellas cosas de tu agrado, impidiéndote ver otros puntos de vista. Después de los acontecimientos de la primavera árabe que se iniciaron en la plaza Tahir en El Cairo, si un ciudadano estadounidense tecleaba en Google la palabra Egipto se abrían tres escenarios: para un conservador, el buscador proporcionaba noticias sobre los hermanos musulmanes (que sugerían conflicto, terrorismo); para un progresista, la plaza Tahir y los manifestantes reclamando libertades; para un moderado, los sitios turísticos del país.
Esto quiere decir que los esfuerzos de medir pueden ser más costosos que los beneficios si no sabemos tratar y gestionar correctamente los datos; sustituir el juicio humano por datos puede llevar a interpretaciones falsas que a su vez nos condicionen. Dice el fundador de Ali Baba -el otro gigante comercial que compite con Amazon– que si no tomamos medidas al respecto, los seres humanos acabarán luchando entre sí, pues cada revolución tecnológica trae consigo un desequilibrio global; da igual si eres consciente o no, ese mundo va a llegar, y la pregunta es cómo te reinventarás a ti mismo”.
El descontrol de noticias falsas que se vuelven virales supone por tanto una peligrosa distorsión de la realidad que acarrea consecuencias: El linchamiento público a una persona, colectivo, marca o gobierno, o su ensalzamiento desmesurado. No hay término medio.

No puedes pedir a determinas personas que no compartan compasivamente todo tipo de noticias que encuentran en las redes si no tienen la capacidad para cuestionarlas, pero nos recuerda la relevancia de la preocupación expresada por Barenboim sobre la distinción entre estar informado y estar educado. En el corto plazo, la mejor manera de combatir la manipulación es no dándole difusión o poniendo trabas a la misma. El gobierno alemán, por ejemplo, solicitó a Facebook que controle las noticias falsas y además que elimine en menos de 24 horas los comentarios que incitan al odio en esta plataforma; verse protegido detrás de una pantalla no puede servir de excusa para injuriar y calumniar a otras personas. A largo plazo, el mejor camino no es otro que incidir en una educación cada vez más universal y rigurosa que ayude a cuestionar la veracidad de la información que nos llegue.

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