La obsesión por las predicciones

In Booktelera by Jose PeinadoLeave a Comment

Si te cuentan hace un par de años que triunfaría la campaña de los euroescépticos ingleses para abandonar la Union Europea -el Brexit-, que haría lo propio el modestísimo club de fútbol Leicesteren la liga inglesa o que Donald Trump sería presidente de EEUU, ¿hubieras dado un mínimo de crédito a semejantes predicciones? ¿Cuantas veces oyes augurios pronosticando que la economía volverá a crecer un determinado tanto por ciento, que se recuperará el mercado laboral, que los precios se comportarán según lo esperado o que el tránsito de mercancías mundial se estancará?

Vivimos condicionados por la necesidad de predecir acontecimientos futuros y basamos muchas decisiones relevantes en pronósticos de todo tipo. Asesores financieros, expertos y gurús aventuran resultados sobre elecciones presidenciales, mercado de valores, relaciones internacionales, ventas de productos, éxitos deportivos y musicales o tendencias de moda. Y no sólo las usan empresas o gobiernos, sino casi todos a nivel personal. Planificaras tu fin de semana o las vacaciones en función del pronostico meteorológico, adquirirás una casa en base a tus predicciones salariales a medio plazo y, por ejemplo, jugarás a la lotería en base a pronósticos tan banales como que comprar el boleto en una zona con alguna catástrofe asegura el premio, ¿por qué? Porque la justicia divina busca compensar las penurias.

¿Cómo se cataloga el éxito o capacidad de pronosticar? ¿Cómo evalúan los pronosticadores la incertidumbre lógica a toda acción predestinada a adivinar el futuro? ¿Cómo detectar al oportunista?. Los ejecutivos de Samsung, ¿tuvieron en cuenta en sus predicciones de ventas que su modelo Galaxy Note 7 podría tener problemas de seguridad y las lastraría castigando además su reputación?

Con demasiada frecuencia tengo la sensación que la bondad de un pronóstico está estrechamente ligada a la ideología, porque las predicciones se centran más en el resultado que se espera que ocurra que a la precisión de las mismas. Los pronósticos se convierten por tanto en visiones más que otra cosa. En política por ejemplo, el liberal piensa que en el mercado libre siempre existen soluciones para la gran mayoría de problemas que tenemos. El de izquierdas que cuanta más intervención estatal mejor se hará frente a las desigualdades. Para el defensor del medioambiente que estamos en el preludio de nuestra extinción como especie si no seguimos sus recetas proteccionistas. Todos predicen que el asunto irá rematadamente mal si no son ellos la opción que gestiona el orden de las cosas. Y ese tipo de predicciones dirigidas las podemos extrapolar a todo. Un productor musical pronosticará que las preferencias de consumo se dirigen hacia el estilo musical que él trabaja. Fabricantes -de todo tipo- que los consumidores tenderán a comprar sus productos o un visionario como Elon Musk que todos los coches serán autónomos y eléctricos en el futuro, por lo que ya estás tardando en comprar uno fabricado por su empresa. En el caso de Musk todos sabemos que será un hecho a medio plazo, pero él mezcla visión y una predicción de negocio interesada, no hay más que ver su política de marketing con la que ha conseguido decenas de miles de reservas de compra sobre un producto (coche) que no entregará hasta 2018. Pretende que los consumidores adelanten lo máximo en el tiempo la compra de sus productos ¿Predice manipulando? Las encuestas de intención de voto se usan para pronosticar resultados, pero ¿no terminan influenciando la predicción, pervirtiéndola y por tanto haciéndola estéril?

De todas las predicciones, son las económicas las que más nos someten a su dictadura. Todo baila al son de lo que se augura económicamente. El célebre matemático Max Planck decía que en economía no se puede confiar en que las matemáticas harán todo el trabajo. Los economistas tienden a ocupar una posición arrogante que excluye el contexto humano de su objeto de estudio, por lo que sufren ceguera ante sus propios fallos, de ahí que aunque muchos suelen decir que advirtieron burbujas económicas o crisis financieras, siguen prediciendo basándose en los datos y no tanto en la experiencia de errores pasados. La economía es el estudio de la humanidad en los asuntos ordinarios de la vida, y a los asuntos ordinarios de la vida les afectan montones de cosas. El desarrollo o prosperidad desigual de las regiones, los conflictos políticos, las guerras y las especulaciones financieras hunden economías, consecuentemente destrozan los mercados laborables y finalmente los ingresos familiares y personales. Las predicciones económicas deberían ser especialmente cuidadosas, pero aunque el mundo se encoge cada vez más, la globalización aumenta y se tienen más datos de todo, el juego de los pronósticos económicos sigue siendo un terreno pantanoso.

George Friedman es fundador de Stratford (Strategic Forecasting), un centro de información geopolítica con sede en Texas y considerado la CIA en la sombra. Es conocido por ser el autor del libro Los próximos cien años y por publicar en 2010 La década que viene, en el que jugó a pronosticar el contexto geopolítico mundial actual. Aunque cosechó un relativo éxito con ambos textos -tanto él como Stratford gozan de prestigio-, La década que viene es a día de hoy un auténtico fiasco en el juego de las predicciones. Aunque preveía que tendríamos que acostumbrados en Occidente a convivir con acciones del terrorismo yihadista, ni por asomo vio venir el surgimiento del ISIS y la complicada situación mundial que ha generado, porque entre otras cosas no pudo imaginar la dura crisis migratoria vivida en Europa empujada por la guerra en Siria y el ISIS, que ha supuesto un efecto dominó: drama humanitario, migraciones masivas, deportaciones, aumento de los populismos, rechazo e inestabilidad política en la Unión Europea, hoy menos Unión que nunca.  También yerra al no predecir la guerra entre Ucrania y Rusia por la península de Crimea, pronosticando por el contrario que se crearía un eje entre Rusia-Ucrania-Kazajistán para monopolizar y controlar el mercado gasístico como moneda de cambio para presionar a Europa en cualquier tema de interés para estos países. Tampoco intuyó el desplome del precio del petróleo, de lo que parecía un inverosímil pacto nuclear entre Irán y Occidente (EEUU), del comienzo del fin del bloqueo a Cuba, de la crisis financiera china, o del frenazo de los emergentes. En septiembre de 2015 el comercio mundial presentó un ratio de crecimiento por debajo del PIB mundial, algo inaudito desde 1985; y lo hizo por tercer año consecutivo. El comercio mundial es la correa de distribución de la globalización y refleja la productividad y el desarrollo del nivel de vida; quizás se había hinchado demasiado y ahora se ajusta a la realidad. Vamos, que podemos decir que el tipo no dio una.

Situaciones como las descritas generan dramas humanos en unas zonas (Asia, Europa) y ciertamente pueden generar nuevas oportunidades en algunas (Cuba, Irán).  La mayor parte de ellas provocan inestabilidad financiera y política, y al final crean situaciones difíciles sobre las personas, porque si el dinero y la economía no fluyen, se pierden puestos de trabajo, no se pagan las hipotecas, no se recaudan impuestos y no se consume. Y la vida se paraliza. Mira en Grecia o en Ucrania, países empobrecidos e inactivos en plena Unión Europea. Allí puede que algún profesional altamente cualificado y preparado, residente en Atenas o Kiev, haga sin embargo cada día cola en un comedor social. Y perdió su puesto de trabajo sin tener culpa y sin verlo venir ni de lejos. No hablemos ya de los sectores menos cualificados. Simplemente la situación económica o politica cambió inesperadamente, o no tan inesperadamente, pero ningún «pronosticador» tuvo a bien predecirlo. O si lo hizo, nadie pensó que esa predicción era lo suficientemente fiable para tomar medidas preventivas.

Estamos creando sofisticadas computadoras que generan complejos algoritmos de predicción para pronosticar meteorología, ventas de un producto o que optimizan estrategias financieras de inversión de los grandes fondos, pero no asimilamos aún que sigue habiendo incertidumbre en los parámetros que dependen exclusivamente de la acción del hombre. Por más datos que se tengan para elaborar predicciones, nuestra obsesión por adelantar lo que viene no nos deja ver que el mero hecho de tenernos a nosotros en la ecuación aumenta considerablemente el riesgo de incertidumbre, que por más software que desarrollemos el augurio no valdrá gran cosa. Porque todo puede ir bien, hasta que un tipo como Trump se convierte en presidente contra todo pronóstico y usa -también contra todo pronóstico- su cuenta personal de Twitter para provocar que situaciones o problemas que no estaban previstos en algún lugar del mundo, sucedan.

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