La psicología del inversor: codicia y pánico

In Booktelera by Jose PeinadoLeave a Comment

Al hablar de la psicología del inversor lo hacemos desde dos puntos de vista: a) las emociones, b) los sesgos emocionales y cognitivos.  Javier Guillén continúa con este post la serie comenzada con ¿Sabes qué significa invertir? 

El control de las propias emociones es una de las cosas más importantes y difíciles para vivir una buena vida, porque si no lo hacemos estamos a merced de nuestros impulsos, que nos piden gratificación inmediata en lugar de velar por nuestros intereses enfocándose en el largo plazo. Estos impulsos, que han evolucionado junto con el hombre, tenían todo su sentido cuando el mayor peligro con el que uno se podía encontrar era el de convertirse en el happy meal de un tigre dientes de sable. En esos momentos la reacción adecuada era salir pitando inmediatamente.

Hoy el día el mundo es completamente distinto, y lo más probable es que casi en cualquier situación nuestros instintos estén equivocados. Hay muy pocos peligros hoy en día que requieran una reacción instintiva y automática. Casi siempre, la reacción adecuada ante un estímulo es calmarse, analizar la situación y priorizar las acciones a tomar de forma sosegada, pero decidida. Cuando hablo de control de las emociones, no quiero decir manipularlas y transformarlas en las que nos gustaría que fuesen. Esto sería un error, porque las emociones nos tienen que servir como indicadores de que está pasando algo. A lo que me refiero es a observarlas desde una distancia, aceptarlas y aún así hacer lo correcto.

Algunas personas se identifican tanto con sus emociones que se sienten orgullosos de ser como son. Eso es un error porque nubla el buen juicio. Con esto no digo que haya que avergonzarse,  ni mucho menos, de las propias emociones, simplemente hay que aceptarse como se es, pero con la perspectiva de usar ese autoconocimiento para mejorar.

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Avaricia y Pánico

Estas emociones hacen que el inversor que no las consigue dominar acabe cometiendo errores una y otra vez hasta la ruina final. Las emociones principales que plagan al inversor son la codicia y el pánico.

La codicia es la que hace que cuando los mercados suben -y parece fácil ganar dinero- la gente se apalanque hasta los topes cometiendo de paso otras imprudencias, como ocurrió por ejemplo con la burbuja inmobiliaria de España o Irlanda que explotaron en 2007. Cuando las cosas van bien parece que es imposible que vayan mal -recordad el mantra  «los apartamentos nunca bajan de precio»- y la reacción normal de las personas es proyectar hacia el futuro y pensar que todo va a ser como ha sido recientemente, por tanto si los precios han subido un 30% en un año, se piensa que lo seguirán haciendo. ¿Qué pasa entonces cuando el mercado pega un frenazo? Pongamos un ejemplo. Si compras un apartamento entregando un 20% del precio, tienes un apalancamiento del 500%. Si el mercado baja un 21% estarás en negativo. Si nunca te apalancas es imposible arruinarte con tus inversiones, pero es cierto que apalancándote se te abre un universo de posibilidades con las que fastidiarte la vida. Si no que se lo pregunten a algunos, pagando hipotecas de viviendas que no valen casi nada a día de hoy.

El pánico es otra emoción muy peligrosa porque te puede hacer salir del mercado en el peor momento. Si en cuanto el mercado tiene una corrección del 10% nos ponemos nerviosos y vendemos al final, puede ocurrir que acabemos teniendo pérdidas importantes al volver a entrar en el mercado, o peor aún, que no volvamos a entrar nunca.

En el siguiente gráfico se ve un ejemplo de la interacción entre ambas emociones sobre un ciclo completo:

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La mayor parte de los inversores compra en la parte alta del ciclo, cuando se ha despertado la codicia, y venden en la parte baja, cuando entran en pánico. No hay que ser un lince para saber que comprar caro y vender barato no es el camino a la riqueza. Recordad que a la hora de invertir nuestro peor enemigo nos mira desde el espejo.

En el próximo post comentaré las mejores maneras de no caer presa de nuestras propias emociones, pero hago un pequeño spoiler: hay que trazarse un plan sólido, basado en estrategias probadas en el largo plazo, dejar constancia por escrito y seguirlo al pie de la letra.

Mi libro recomendado es El inversor inteligente de Benjamín Graham, considerado por muchos como la biblia del Value Investing, pero también muy útil para entender la psicología de Mr. Market, como lo llamaba Graham.


Javier Guillén es Ingeniero Industrial y MBA por IEDE Business School. Trabaja como consultor senior especializado en tecnología de redes y movilidad eléctrica para una conocida multinacional italiana. Además de lo anterior es Inversor autodidacta y articulista ocasional. Es autor del blog Inversiones y Lecturas, en el que puedes encontrar también publicado este artículo

 

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